jueves, 27 de septiembre de 2012



Una situación frecuente es cuando los padres se desesperan porque el niño ha comido bien, ha dormido mucho, su colita está seca… y no deja de llorar. Y es que a veces se olvida que las necesidades del bebé no son sólo físicas, sino también afectivas. Por ejemplo, un recién nacido puede protestar porque se siente solo y reclama a su madre (el contacto corporal es tan importante y vital como el alimento).
El bebé no nace con capacidad de decisión y las experiencias le vienen dadas; si no hay un adulto que desee comunicarse con él, se queda apagado y triste, y esa carencia puede marcarlo de por vida en el ámbito afectivo. Es como no poner a una planta abono: crece, pero no de igual forma.
El niño necesita un ambiente cálido y acogedor, y los padres no deben privarle de muestras de cariño y ternura, de besitos, palabras amables, caricias y abrazos que hacen que el bebé se sienta querido. El amor es uno de los pilares sobre los que se asienta la confianza.

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